9/8/15

Intuyen la existencia de un componente de alzhéimer en el párkinson [09-08-15]


Intuyen la existencia de un componente de alzhéimer en el párkinson

Asegura que hay que seguir dilucidando sobre ello y afinando mucho más pero que cada vez se piensa con mayor contundencia que sea más importante el componente de alzhéimer en la enfermedad de párkinson que el propio párkinson. Juan Carlos Martínez, jefe de sección de Enfermedades Neurodegenerativas del Hospital Ramón y Cajal de  Madrid, explicó ayer que muy frecuentemente coexisten hallazgos en anatomía patológica (cuando se realizan las autopsias al fallecimiento de los pacientes) de estas dos enfermedades neurodegenerativas, las más prevalentes en la actualidad.

Tal es así que no duda en calificar de «error de bulto» una idea muy consolidada hace años de que los pacientes con enfermedad de Parkinson no tenían demencias sino que sus síntomas eran únicamente físicos: «Seguramente esto se decía porque hace muchos años los pacientes se morían antes y no llegaban a desarrollar una demencia pero podemos decir que esto ocurre en el 40% de los casos».

Sobre la relación entre párkinson y alzhéimer insistió en que hay que seguir investigando pero recalcó que  muy frecuentemente los pacientes con párkinson tienen trastornos del comportamiento, «lo que podríamos llamar una demencia subcortical», es decir,  que sus impulsos, su actitud ante la vida y sus decisiones son diferentes: «Pero cuando verdaderamente hay pérdida de funciones cognitivas es cuando tienen síntomas de lo que llamamos la parte más posterior del cerebro como son la pérdida de memoria grave, alteración del lenguaje, desorientación y esto es más frecuente cuando hay asociación de patología tipo alzhéimer».

Martínez participó ayer en la Jornada Desde Atapuerca hasta el párkinson de nuestros días, organizada por la asociación Parkinson Burgos en la que participaron más de un centenar de personas entre profesionales, pacientes y familiares. El Museo de la Evolución acogió esta cita científica en la que se abordaron los diferentes aspectos de la enfermedad, entre otros, el futuro que le espera a quienes la padecen.

Así que mientras la investigación va avanzando, el presente de los enfermos sigue siendo el tratamiento derivado de los hallazgos de los años 50 del siglo pasado: la teoría de los neurotransmisores: «Por razones que desconocemos, en el párkinson cuando una neurona está alterada ‘contagia’ a otras neuronas pero no tenemos el tratamiento que evite esto ni hemos sido capaces de dar con el chip que explique por qué pasa». Este experto contó también, para sorpresa de muchos, que el párkinson no comienza en el cerebro sino en el estómago -desde donde progresa hasta el cerebro- y en el bulbo olfativo, desde donde no hay  progresión aunque reconoció que no se sabe por qué.

El día a día de los pacientes sigue siendo la medicación -levodopa o apomorfina que cada vez tienen menos efectos secundarios o más controlados, y electrodos en el cerebro en pacientes de menos de 70 años cuando esos medicamentos ya no hacen el efecto esperado- y el ejercicio físico.

A juicio de Juan Carlos Martínez  es fundamental que realicen fisioterapia, terapia ocupacional y logopedia con la dirección de profesionales versados en todas estas disciplinas. También las revisiones médicas, que, según su opinión, deberían ser, aproximadamente cada cuatro meses. En este sentido, recogió la queja de muchos enfermos sobre el poco tiempo que los neurólogos les dedican en consulta, un mal -el de la presión asistencial- que afecta a la mayor parte de los especialistas en este país: «Sabemos que es difícil  compendiar todo lo que necesitan en los 15 minutos que suelen tener los médicos».

4 FORMAS DISTINTAS

Juan Carlos Martínez explicó que hay cuatro formas distintas de enfermedad de párkinson. La que comienza con temblor, relativamente fácil de diagnosticar porque es el síntoma que más se conoce; la que arranca con lentitud en los movimientos y que provoca que los síntomas se confundan, que los pacientes vayan a otros especialistas que no son los neurólogos y se tarde mucho más en tener el diagnóstico; la que aparece en personas jóvenes, entre 45 y 50 años, según los diferentes autores y la que es tan grave que en cuatro o cinco años causa la muerte. Por suerte, en este último caso solo están el 8% de los pacientes.
 

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